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Crónicas
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Hacía menos de una semana que habíamos acabado el Raid Samarkanda, y aunque no me sentía cansado, si que tenía un poco de respeto a un viaje que era la primera vez que Territori 4x4 realizaba. Otro gran reto en formato expedición, para descubrir los paisajes, gentes y pasado de una buena parte de Centroamérica, iniciábamos la Gran Ruta Centroamericana.

La salida desde España no podía empezar peor, dos de los participantes perdieron el avión, aunque tuvieron la fortuna de poder abordar otro sin mayores problemas el siguiente día. Buff, que nervios de entrada ¡¡¡¡

 

El recibimiento que tuvimos en el aeropuerto de Guatemala fue apoteósico, o eso es lo que en un principio creímos… es broma, estaban esperando su selección de futbol que por primera vez en la historia había pasado a octavos de final y una muchedumbre ensordecedora estaba esperando, evidentemente, no a nosotros, sino a su selección. Quien si vino a recibirnos fue Alfredo, el que iba a ser nuestro guía por tierras centroamericanas.

La primera y agradable sorpresa nos llegó con el primer hotel del viaje, un 5* de lujo que a pesar del cansancio del viaje, no pudimos reprimirnos y hacer unas cuantas fotos del precioso lugar, el hotel sinceramente nos maravilló.

Al día siguiente nos entregaron los coches y confirmamos que la parejita que se había quedado en Barcelona estaba de camino.

EL SALVADOR La primera etapa del viaje nos trasladó a la República de El Salvador, cruzar la frontera entre este país y Guatemala fue una delicia si la comparamos con las de Asia Central, en menos de 30 minutos ya la habíamos cruzado.

Este pequeño país, bello y muy fértil, pero como la mayoría de la región devastado por una terrible guerra civil, y a pesar de que no toca el mar Caribe, también azotado de forma constante por terremotos, huracanes y volcanes enfurecidos, trata de levantarse de sus problemas y sobresalir en una zona tan hostil, nosotros vimos una nación joven y con muchas ganas de surcar el futuro con ilusión y esfuerzo y es por estas razones que nos gustó El Salvador.

Antes de alojarnos en otro magnífico hotel de San Salvador, su capital, tuvimos la oportunidad de conocer los restos arqueológicos de Tazumal, el primer parque arqueológico en El Salvador, y uno de los más antiguos de la región centroamericana, donde tuvimos la suerte de recibir explicaciones por uno de sus principales investigadores, la sabiduría que tenía Guillermo, que así se llamaba el guía, sólo era comparable por el entusiasmo que ponía al comentarnos los edificios y esculturas que allí se encontraban. Comimos en un restaurante regional de comida rápida, para trasladarnos por la tarde a la Joya de Ceren, el único lugar del mundo maya que muestra la vida cotidiana de esa civilización. El sitio está muy bien protegido de las inclemencias del tiempo y la UNESCO lo ha declarado Patrimonio Mundial.

Con la puesta de sol, llegamos a nuestro “super” Hotel y sin pensárnoslo dos veces nos subimos al Jacuzzi, que sólo abandonamos para ir a un restaurante de comida típica salvadoreña, donde descubrimos las “pupusas” de chicharrón y los “tamales” rellenos de los omnipresentes frijoles. Excelente velada que ni la torrencial lluvia que nos cayó al salir del restaurante empañó un ápice.

Por la mañana del día siguiente, los dos compañeros que habían viajado solos se reunieron con el grupo, les tocó un buen madrugón, pero al fin estábamos todos juntos.

En la capital de El Salvador, visitamos el monumento al Divino Salvador del Mundo, todo un símbolo nacional y la Plaza Cívica donde se alza la Catedral, terminada en 1999 y en cuya cripta está enterrado el arzobispo Óscar Romero, asesinado en el año 1980, por denunciar en sus homilías dominicales numerosas violaciones de los derechos humanos y manifestar su solidaridad hacia las víctimas de la violencia política de su país, los fervientes católicos del país, que son muchísimos, esperan sea canonizado en breve y celebrar de esa forma el primer santo y mártir de El Salvador.

En El Salvador existe una cadena volcánica relativamente joven, ubicada paralelamente a la costa pacífica y que forma parte del cinturón de fuego Circumpacífico. Nuestra ruta durante los dos días que estuvimos en territorio salvadoreño estuvo constantemente vigilada o por lagos de origen volcánico o directamente por volcanes, nunca había visto tantos y seguidos, algunos de los cuales mostraban inequívocas muestras de actividad, como los de Santa Ana, Izalco, antes de llegar a San Salvador o los de San Vicente o Tecapan antes de entrar a Honduras.

Como no existe un paso directo por carretera entre El Salvador y Nicaragua, tuvimos que transitar por Honduras, en cuya aduana nos “obligaron” a comprar un extintor y unos triángulos, con el fin de respetar la normativa vigente en ese país. Como buenos turistas, lo hicimos y antes de dos kilómetros, un control policial nos paró y comprobó que teníamos estos útiles de seguridad, sorpresivamente este no fue el único control, sino que cada cinco o diez kilómetros habían nuevos controles que llegaron a aburrirnos, Alfredo, nuestro guía local, nos comentó que se hacen por orden de los norteamericanos, que obligan a las autoridades hondureñas a vigilar el paso de drogas y delincuentes por ese país, para obstaculizar el libre paso desde Sudamérica a EEUU, en fin. que los dichosos controles fueron una verdadera lata y no nos quedó más remedio que sufrirlos de forma estoica, con la demora en tiempo que eso nos supuso.

NICARAGUA Sobre las siete de la tarde, ya de noche, llegamos a Nicaragua, estuvimos casi dos horas en la aduana, nos temíamos lo peor en ese país que fue hace pocos años mundialmente famoso por su revolución sandinista, pero, sorpresa, Nicaragua se nos presentó con unas carreteras fantásticas, con un asfalto en perfecto estado, con una señalización difícil de mejorar y un parque de vehículos muy renovado. Sin duda si se comparan Nicaragua, Guatemala, Honduras y El Salvador, Nicaragua está a años luz de los otros tres, una sorpresa muy inesperada y sobre todo muy positiva, ya que íbamos a pasar los próximos días en este país y para nosotros cuanto mejor estuvieran sus infraestructuras, mucho mejor para el grupo.

Llegamos a León sobre las nueve de la noche, y el Hotel volvía a ser de sobresaliente, se trataba de un antiguo edifico colonial reconvertido en un magnífico hotel “boutique” o con encanto, cenamos en su restaurante y nos acostamos sin más dilación, el día había sido largo y estábamos cansados.

El día siguiente desayunamos consistentemente en el exterior del restaurante, delante de su magnífico jardín con palmeras y una fuente rodeada de hermosas flores rojas.

La actual ciudad de León, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, ocupa un lugar distinto a la original fundada en 1523 por Francisco Hernández de Córdoba, personaje que da el nombre a la moneda del país, el córdoba, pero mantiene todo el encanto y belleza que tuvo antaño. Fue capital de Nicaragua hasta 1857. Los edificios religiosos de la época colonial son abundantes, destacando la Iglesia de la Merced y sobre todo la Catedral, la mayor de Centroamérica y donde está enterrado el genial poeta de las letras castellanas Rubén Darío.

Tras la interesante visita a León, nos dirigimos por pistas de tierra al Lago Managua donde pudimos contemplar dos preciosos volcanes activos que te atrapan cuando los miras por primera vez y sigues cautivo a su imagen mientras oyes el murmullo de las pequeñas olas llegando a la orilla.

Seguimos en ruta, luchando con el barro de las pistas siempre rodeando el lago y teniendo a los volcanes como silenciosos observadores, comimos en un restaurante situado a pocos metros del asfalto. Fue una comida muy amena pero tardaron en servirnos y esto obligó a una rápida visita de la capital, Managua. Al final de la jornada llegamos a nuestro destino, Granada.

Cual fue nuestra sorpresa que cuando llegamos al correcto, como no podía ser de otra forma, hotel de Granada, la ciudad estaba en plenas “fiestas agostinas”, una rúa de carnaval que hizo despertar de golpe a más de un participante del grupo y tras la cena no dudaron en disfrutar en ella.

Granada presume desde 1524, de ser la ciudad más antigua del continente americano en tierra firme. Realmente nosotros más que la ciudad vimos su ambiente, espectacular y festivo, primero la rúa y el día siguiente una masiva presencia de caballos engalanados que paseaban con sus jinetes orgullosos por las calles principales de la ciudad hasta el Malecón del gran Lago Nicaragua.

Como buenos turistas que somos, aprovechamos la mañana para ascender al cráter del volcán Masaya, con un centro de visitantes acorde con todo el país, moderno e instructivo, una vez más Nicaragua nos sorprendió. El Parque Nacional Volcán Masaya, es uno de los fenómenos naturales más interesantes y bellos de Nicaragua. Fue declarado como el primer Parque Nacional de todo el país en 1979.

El volcán Masaya también es conocido como Popogatepe, que significa "montaña que arde", en la lengua indígena de los Chorotegas. El cráter, se encuentra en actividad gaseosa permanente con una gran fumarola sulfurosa que se levanta hacía el cielo y en su interior hay lava incandescente, el panorama que se disfruta es sencillamente espectacular. Tras el éxtasis de la visita, nos sugirieron pasear por el interior de un túnel de 180 metros producido por la lava, que, como buenos turistas, lo hicimos también.

Tras la fantástica experiencia en el volcán regresamos a Granada donde comimos en un restaurante de la calle principal y oh sorpresa ¡¡¡… el ambiente estaba en el interior de bares y restaurantes, se jugaba la final de la Supercopa de España entre el Barça y el Madrid, y la pasión que allí se vivía por los oriundos que allí estaban nada tenía que envidiar a las aficiones que viven en España.

Salimos de Granada y nos prometimos volver, nos encantó la ciudad y sobre todo su gente, fue una agradable e inesperada sorpresa.

Por pistas algo embarradas fuimos a buscar la carretera que nos iba llevar a nuestro próximo y ya conocido destino: Honduras.

HONDURAS El recorrido que hicimos por Nicaragua y Honduras fue muy bonito, siempre rodeados por una naturaleza exuberante, preciosas montañas verdes y ríos muy caudalosos, sólo remarcar un pequeño tema que tuvimos al cruzar la frontera, que gracias a la amabilidad del agente hondureño, que tenía razón, se solucionó sin más.

Honduras es un poco mayor que Guatemala y es el segundo país más grande en tamaño, de toda Centroamérica, después de Nicaragua.

Todos los controles policiales que tuvimos en nuestra primera experiencia en Honduras, quedaron esfumados en el tramo que hicimos hasta Tegucigalpa, nuestro destino de ese día. Las horas perdidas en la aduana nos impidieron visitar un Parque Nacional al norte de la ciudad y decidimos ir a nuestro “correcto” hotel a descansar.

Por la mañana visitamos un poco Tegucigalpa, capital de Honduras desde 1880, una ciudad bulliciosa y desordenada, encajonada entre montañas cubiertas de pinos, a casi 1.000 metros sobre el nivel del mar. Su nombre, en dialecto local, significa "colina de plata"; así se la llamó cuando los españoles la fundaron como un centro minero en 1578. Su mayor atracción es la Catedral abovedada del siglo XVIII y el Parque Central, situado frente a la catedral.

Tras la rápida visita cruzamos el río que baña la ciudad, el Choluteca y nos dirigimos por una autovía en construcción dirección San Pedro Sula.

Hay que reconocer que cada uno de los países centroamericanos tiene su propia fisonomía, y Honduras no era la excepción, sus montañas ya no eran volcanes como en Nicaragua o El Salvador, sino que tenían su particular fisonomía, fruto de los materiales que las forman y la erosión que estos han sufrido y siguen sufriendo por la lluvia y las tormentas tropicales.

Tras varias horas de conducción, llegamos a Copan, sitio arqueológico de fama mundial y uno de los principales atractivos turísticos de Honduras.

El yacimiento arqueológico de Copan, ubicado en uno de los lugares más bellos y poco conocidos de Centroamérica, fue un importante núcleo gubernamental y ceremonial de la antigua civilización Maya, que la UNESCO ha reconocido como Patrimonio Mundial de la Humanidad.

Acompañados por un guía local fuimos descubriendo los rincones más emblemáticos de las ruinas, donde destaca sobremanera el Juego de Pelota con sus guacamayas de piedra y la magnífica Escalera de los Jeroglíficos, una extraordinaria reliquia y obra de arte de piedra, donde se narra la historia de los 16 reyes que gobernaron la ciudad estado de Copan, lo más importante de sus vidas, su descendencia, sus guerras, sus conquistas y sus alianzas.

Tras dos horas de muy interesante visita, pudimos recrearnos a nuestra salida con una colonia de simpáticas guaras rojas, unas preciosas guacamayas de magníficos colores rojo, azul y amarillo, que están siendo reintroducidas en el Valle.

Nos dirigimos al pueblo que recibe el mismo nombre que las ruinas que le han hecho famoso, es un pequeño y encantador lugar de calles empedradas enmarcadas por casas de adobe con tejados rojos que cuenta con una preciosa iglesia colonial, tiendas y lugares para degustar los “licuados” una excelente bebida muy refrescante hecha a base de frutos como el melón o la papaya.

Volvimos al Hotel para disfrutar de un buen baño en su magnífica piscina y tomarnos un “special mojito” que nos preparó el bueno de Alfredo. Decidimos cenar al aire libre en un asador del pueblo.

Por la mañana, con una temperatura deliciosa, tuvimos el gusto de desayunar en la terraza del hotel con un jardín que duplica el de un campo de futbol, algunos participantes comentaron que este era el hotel que más les había gustado, aunque la verdad esa elección a mí me resulta muy difícil, porque todos tenían su encanto y sobrepasaban las cualidades de los 5* normales.

GUATEMALA Con nuestros vehículos recorrimos los escasos 15 kilómetros que nos acercaron a la frontera con Guatemala, donde no hubo ninguna incidencia que remarcar.

Llenamos los tanques de combustible y nos dispusimos a hacer nuestra primera pista en Guatemala, ascendimos por rampas secas, entre cafetales y otras plantaciones de montaña húmeda tropical, los paisajes eran como durante todo el viaje, preciosos, verdes y exuberantes, tras varios kilómetros disfrutando de la travesía, la pista se nos presentó en muy mal estado, fruto de un corrimiento de tierras, al que le siguió una fuerte rampa de muy difícil ascenso, tras varios intentos logramos subir, jadeados por los niños de una escuela próxima que se acercaron a vernos, todo un espectáculo, pero para ellos ¡¡¡.

Tras la “entretenida” conducción entre maravillosos parajes de montaña tropical, salpicados por pequeños pueblecitos habitados por gentes amables y siempre dispuestas a ayudarnos, llegamos a un restaurante de comida preparada, donde almorzamos.

La tarde la teníamos muy completa, primero Quiriguá, sitio maya declarado Patrimonio de la Humanidad y después navegar con barca para remontar el “amazónico” Río Dulce hasta Livingston, en el Mar Caribe.

A primera hora de la tarde llegamos a Quiriguá, un pequeño sitio arqueológico pero de una gran importancia por las estelas (enormes piedras de arenisca con excelentes grabados de los jerarcas mayas) que allí se han encontrado. Fue descubierto a finales del siglo XIX por los estadounidenses, pero antes de eso, en el año 810 aC, había sido abandonado por una inundación del implacable río Montagua, que tantas catástrofes produce, y nuca más fue poblado.

Dejamos en buen recaudo los vehículos y una embarcación nos condujo a través de la espectacular jungla del cañón del río Dulce hasta su desembocadura en el Caribe, desde donde fuimos a nuestra “chabolilla” en Livingston, la dirección del hotel nos invitó a una exhibición de música garifuna, los Garifunas son de raza negra y arribaron aquí en el año 1802 procedentes de la isla de Roatan en Honduras, que conviven desde entonces en perfecta armonía con los Q'eqchi descendientes de los Mayas.

Como llegamos de noche, no pudimos ver hasta la mañana del día siguiente el paraíso donde estábamos, el Caribe a escasos 50 metros, rodeados de palmeras y otros árboles tropicales, y un cielo azul iluminado por el Sol que se estaba desperezando para iniciar su diario camino. Una barca nos recogió en el muelle del hotel y tomamos rumbo los Cayos de Sapodilla, una Reserva Marina de Belize que la UNESCO ha declarado Patrimonio de la Humanidad.

Sin duda, bucear por sus arrecifes coralinos de aguas poco profundas a escasos 100 metros de los cayos, entre especies marinas de todo tipo, forma, color y tamaño, fue una vivencia singular. Lamentablemente cuando fuimos al cayo para comer, tuvimos una desagradable sorpresa, producida por recientes tormentas tropicales y el paso de huracanes, que habían cubierto la idílica playa de arena blanca y palmeras, con restos de depósitos fluviales, y a pesar de los esfuerzos que nuestros guías hicieron por limpiarlo, no se pudo conseguir disfrutar plenamente de aquel paraíso situado a dos horas de navegación de Guatemala. La comida, hecha a tiempo real, fue magnífica, camarones, un sabrosísimo pescado, solomillo de carne y fruta, todo un placer teniendo en cuenta que el Cayo no estaba habitado y todo el material tuvo que traerse desde tierra firme. Antes de regresar volvimos a bañarnos en las cristalinas aguas del sucio cayo y tomamos la embarcación para regresar a Livingston. Al cabo de unos minutos, la naturaleza apenada por nuestros comentarios nos deleitó con una increíble sorpresa, una horda de diez a doce delfines decidieron acercarse a nosotros y acompañarnos durante varios minutos al lado de la barca, fue una experiencia maravillosa que ninguno de los que allí habíamos vivido antes, al menos tan cerca, ya que casi se podían tocar con la mano.

El día siguiente regresamos en busca del coche con un recorrido espléndido por el río Dulce, mucho más detallado y con luz solar, que nos demoró hasta la hora de comer. Después, nos acercamos a una cascada de agua caliente, donde la combinación del agua fría del río y el calor de la que bajaba de la cascada, nos permitían encontrar la temperatura ideal del agua, disfrutando de un baño excepcional en plena selva tropical.

Fuimos directos a Flores en el Peten guatemalteco, teníamos de descansar pronto porque el día siguiente nos esperaba uno de los sitios más importantes del viaje, la ciudad maya de Tikal.

Así lo hicimos, al día siguiente con los primeros rayos del sol, nos desplazamos al lugar arqueológico más importante del mundo maya, Tikal, después de desayunar en el restaurante del sitio y magistralmente conducidos por nuestro querido guía, en plena jungla y a través de senderos alejados de cualquier turista, oyendo los cantos de las aves y los aterradores gritos de los monos aulladores, entre lianas, monos araña, coatíes, grandes árboles y restos de pirámides aún cubiertas por la tierra y las plantas, nos sentimos arqueólogos y exploradores a la vez, fue una experiencia fantástica, los templos iban apareciendo por arte de magia delante nuestro, gracias al conocimiento tan soberbio que Alfredo tenía del lugar.

Maravillados por todo lo que estábamos viendo, el guía quiso poner el broche de oro, y nos pidió que nos cogiéramos por la cintura, con los ojos cerrados y anduviésemos diez metros en fila india, y eso hicimos; a los pocos segundos, nos detuvimos y nos dijo que abriéramos los ojos, fue increíble, la Plaza Central de Tikal, con el majestuoso Templo del Jaguar a nuestro lado; fue una visión excepcional del lugar.

Tikal es una maravilla única y espectacular, no sólo por los restos arqueológicos, que son insuperables, sino por el paraíso natural que lo envuelve, ciertamente no lo se describir y con el recuerdo que me ha quedado de la excepcional visita, sólo me puedo permitir una modesta recomendación, visítalo alguna vez en la vida, es sin duda, uno de los lugares más fascinantes del mundo entero.

Tras comer allí mismo, nos dirigimos por pistas a otras ruinas muy poco exploradas y que nos permitieron seguir soñando que éramos unos aventureros de principios del siglo pasado en busca del enigma secreto de los mayas. Regresamos al hotel de Flores donde cenamos y comentamos la sublime belleza natural y monumental que habíamos tenido el honor de admirar durante todo el día.

El día siguiente tenía la mayor parte de su recorrido por pistas, terracería y conducción por la jungla, había llovido bastante y una emoción adrenalínica nos embargaba.

Salimos del hotel rumbo a la aventura 4x4, y no nos defraudamos, un fuera pista por la pura selva sobre el barro es una experiencia muy divertida, entretenida y sobre todo emocionante, realmente disfrutamos de lo lindo, luego hicimos una navegación con el GPS, por pistas definidas pero con bastante barro, que en nada entorpecía la buena marcha de la etapa. Justo antes del atardecer llegamos a la frontera de Guatemala, dispuestos a cruzar el río Usumacinta, frontera natural entre Guatemala y Méjico y entrar en el estado mejicano de Chiapas, nuestro próximo destino.

CHIAPAS (MÉJICO) Llegamos al otro lado del río y a escasos 200 metros estaba el Hotel donde pasamos las próximas dos noches, llovía a cantaros y decidimos cenar allí mismo.

Al día siguiente por la mañana remontamos el río Usumacinta para llegar a Yaxchilan, “el lugar de las piedras verdes”, una ciudad maya perdida en la jungla que se levanta a orillas del río, único modo de llegar a ella.

Su origen se remonta a unos dos mil años, cuando un grupo de hombres se establecieron formando una aldea que al paso de los siglos, se transformó en una de las ciudades más bellas y poderosas de la cuenca del Usumacinta, hasta que se desvaneció allá por el año 900 d.C.

Hay en el conjunto notables y bellos edificios, como El Laberinto, que en su intrincado interior habitan en la actualidad un gran número de murciélagos. La Gran Plaza, una gran escalinata monumental la une con la Gran Acrópolis situada en lo alto de una colina de rocas calizas donde sobresale un magnífico edificio, que gracias a su elaborada crestería, su escalera jeroglífica y los dinteles con hermosas esculturas, es el más soberbio de la ciudad.

El paseo de regreso por el río Usumacinta, nos deparó varias sorpresas, monos araña saltando por las copas de los árboles y varios cocodrilos, cubiertos por hermosas mariposas de color naranja.

Comimos en un restaurante local antes de salir hacía la Jungla Lacandona, una preciosa reserva natural, donde vive una etnia que desciende directamente de los mayas, los llamados lacandones, en esta jungla viven además un gran número de especies distintas: monos araña, jaguares, guacamayas, árboles de caoba, orquídeas de muchas especies, infinidad de insectos, abundantes reptiles y hasta el elegante quetzal. Si esto no es suficiente, en medio de la jungla se esconde otra maravilla de la civilización Maya, Bonampak.

Al llegar en la Reserva, un autobús conducido por los lacandones, ya que son los responsables de cuidar de la reserva y el sitio arqueológico, nos llevó a Bonampak, mundialmente conocido por conservar en uno de sus edificios pinturas en muy buen estado de los mayas que aquí habitaron. El lugar merece la pena visitarse no sólo por las pinturas o el propio sitio arqueológico, sino por el entorno tan espectacular que lo rodea.

Regresamos al Hotel, donde llegamos cuando el Sol estaba desapareciendo, cenamos allí mismo y nos fuimos a dormir, ya que mañana teníamos otro día intenso de 4x4.

Por la mañana, justo al amanecer, cruzamos de nuevo el río y superamos sin ningún problema los trámites migratorios. Una buena pista de terracería nos condujo hasta el río de la Pasión, que cruzamos con la ayuda de una barcaza. Seguimos alternando pistas el asfalto con la tierra hasta el mediodía que nos detuvimos para comer.

Tras almorzar, nos internamos en la Alta Verapaz, un paraíso natural, con cuevas, lagunas, caídas de agua, piscinas naturales, caudalosos ríos y frondosos bosques, donde conviven una variedad enorme de flora y fauna con sencillas gentes que viven de la agricultura o la ganadería.

Por una pista pequeña pero en bastante buen estado llegamos a una hermosa laguna, el camino era precioso encajonado entre montañas, donde los cultivos de maíz y la flora salvaje se armonizaban de una forma deliciosa. Pequeños pueblecitos salpicaban la ruta y sus sorprendidos habitantes nos saludaban reflejando en sus rostros la alegría de poder ver turistas por sus tierras.

A la laguna, le siguió otra magnífica sorpresa, una gigantesca cueva con estalactitas de donde nacía un pequeño río, que en ese punto tenía el agua muy fría, alguien se atrevió a caminar por el incipiente riachuelo y adentrarse algunos metros hacía las profundidades de la tierra.

La ruta siguió ofreciéndonos unos paisajes preciosos, unas gentes contentas de vernos y una entretenida conducción, en total unas tres horas emocionantes de 4x4 y convivencia con los lugareños. Llegamos a una pista principal que se alzaba hacía las montañas de las Verapaces, los derrumbes provocaban algún paso complicado, especialmente si venía otro vehículo de cara. Al final, todo quedará en nuestras memorias como un día inolvidable, especialmente por las buenas gentes y los “descubrimientos” naturales que habíamos encontrado durante el camino.

El día siguiente fue una etapa de enlace con casi la mitad de la ruta por pistas de terracería, rodeados en todo momento por unos paisajes montañosos muy bellos, donde se cruzaban aparentemente frágiles puentes que cruzaban ríos de aguas en algunos casos, transparentes y en otros muy turbias, fruto de los desprendimientos de tierra que se producían en esta región. Al final de la tarde llegamos a Chichicastenango, nuestro destino de hoy y como cada día el alojamiento reservado por la organización fue “correcto”, en este caso además, a la mañana siguiente tras desayunar, pudimos jugar con los loros y guacamayas de todos los colores que estaban en el bellísimo patio del hotel, fue fantástico compartir con esas preciosas aves unos instantes.

Durante la mañana visitamos el ancestral mercado, con una sinfonía de colores y olores que irradiaban la magia y el misticismo del lugar, visitar “Chichi” que así le llaman los lugareños, es contactar de forma directa y muy especial con los descendientes de los antiguos mayas, es un experiencia diferente que recomiendo hacer, ya que refleja y mezcla de forma equidistante la herencia dejada por los católicos españoles con las creencias de sus antepasados mayas.

Salimos del mercado de Chichi y nos dirigimos a otro de los lugares más especiales del viaje, el lago Atitlan, considerado por muchos como uno de los más bellos del mundo y que la UNESCO ha declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad.

A mil quinientos metros sobre el nivel del mar, el lago Atitlán descansa al pie de tres volcanes dormidos, que le dan el encanto y le confieren la belleza que tan merecida fama le ha dado. Pequeños pueblos mayas se encuentran a sus orillass, bajo empinadas colinas cubiertas de robles y pinos, donde sus habitantes van vestidos con trajes de coloridos y formas que, para quien lo sabe hacer notar, le permite conocer a que pueblo pertenece, son como las camisetas de un equipo deportivo que les diferencian de sus competidores. Rodeamos el lago con los 4x4 hasta Santiago Atitlan, una fuerte tormenta estaba a punto de caer y se ofreció la posibilidad de ir en barco hasta nuestro hotel, todos los ocupantes de los 4x4, excepto los sufridos conductores, aceptaron y se fueron navegando por el lago, aunque nosotros los pilotos, disfrutamos conduciendo por unas embarradas pistas que bordeando el lago, bajo una intensa tormenta unos paisajes maravillosamente dantescos y bellos. Al final de la tarde, con las últimas gotas de la lluvia llegamos al hotel, donde ya hacía horas que nuestros copilotos estaban saboreando frías “birrillas” o tomando una caliente sauna.

Por la mañana del día siguiente, el día era espléndido y pudimos admirar en todo su esplendor el lago, pasamos una hora disfrutando y entendimos porque es uno de los lugares más bellos del mundo.

Tras la gozada panorámica que supuso el Lago Atitlan, nos dirigimos al icono más importante de la herencia colonial hispánica y uno de los lugares con más encanto de nuestro viaje, la Ciudad Antigua Guatemala, donde pudimos vivir como era una capital del Nuevo Mundo, paseando por sus calles de piedra donde se levantan casas coloniales muy bien restauradas, contemplando el santoral del pórtico de su Catedral o el gran soportal del Ayuntamiento, ambos edificios en la Plaza Mayor, sus innumerables conventos e iglesias, muchos en ruinas que confiere una belleza singular a este lugar único en el mundo, declarado por la UNESCO, Patrimonio de la Humanidad, y que incluso hizo decir a algunos participantes que Antigua parecía un país distinto dentro de Guatemala.

Rodeada por tres soberbios volcanes, uno de los cuales, el de Agua, obligó a los colonizadores a trasladar aquí la anterior capital, a partir de entonces ya no fue ni el agua o la lava de los volcanes, sino los terremotos quienes no tuvieron piedad de la ciudad y en 1773, en pleno apogeo del arte barroco, un terrible seísmo cortó de raíz su desarrollo y crecimiento. Este es el motivo que sus edificios conservan el encanto y la grandiosidad de este opulento tipo de arte, frente al neoclasicismo que impera en el resto de construcciones hispánicas de Centroamérica.

Pasamos dos noches en el hotel con más encanto de todo el viaje, todo un lujo de detalles en un alojamiento pequeño y con un exquisito toque para el romanticismo.

Algunos participantes, aprovechamos la mañana del día siguiente para subir a la cima de uno de los tres volcanes activos de Guatemala, el Pacaya, tardamos más de dos horas en alcanzar el borde mismo del cráter, afortunadamente estaba cubierto por una densa nube de vapor de agua y gases que emanaba de las profundidades de la tierra, digo afortunadamente porque si llegamos a verlo como lo hicimos minutos después desde abajo que estaba despejado, muy probablemente no nos hubiéramos acercado tanto, era realmente impresionante y daba mucho respeto.

Había explosionado hacía un poco más de un año y se podía ver un enorme río de lava seca que había logrado romper la uniformidad del cráter provocando una enorme grieta por la que el volcán vomitó lava y bombas piroplásticas, que de forma tan interesante nos enseñó el guía que nos acompañó todo el camino.

A diferencia del otro cráter que también subimos (en coche) en Nicaragua, el Pacaya era uno de los más activos de América y hacía poco que había explotado, concretamente el 29 de mayo del 2010, lo que le daba un plus de emoción al ascenso, pero ese día según nuestro guía no iba a explotar y ese riesgo no existía, ya que era un volcán de tipo “stromboliano” y este tipo de volcanes avisan de una próxima erupción mediante explosiones periódicas que ese día, ni los anteriores, se habían oído, de ahí que fuéramos tan osados.

Regresamos a Antigua gratamente sorprendidos por la experiencia tan emocionante en el Pacaya, pasamos la tarde de compras en las numerosas tiendas de artesanía locales y nos permitimos el lujo de cenar en el acogedor restaurante de nuestro hotel, un final fantástico para un viaje que ha vuelto a ser para la mayoría de nosotros el mejor o uno de los mejores que nunca hemos hecho.

Me gustaría acabar este relato para agradecerle a Alfredo, nuestro guía titular y a Rony, todo lo que han hecho por nosotros, que ha sido mucho y bueno, todos los que estuvimos con vosotros en este viaje os lo decimos de corazón y os transmitimos nuestro cariño y agradecimiento, por enseñarnos tantas cosas de vuestra cultura, vuestra naturaleza y vuestro país. A todos los que hicimos el viaje, un nuevo reto nos espera para el 2012. Hasta muy pronto amigos ¡¡¡¡

Jordi Tobeña

Gran Ruta Centroamericana Agosto 2011

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